Había una vez en un lejano pueblo un niño que se hacía llamar Erik. Una vez, mientras estaba en su casa, creía haber oído un extraño ruido. Rápidamente, bajó corriendo las escaleras y vio que no había nadie en el salón ni en la cocina, se asustó tanto que iba a llamar a la policía, pero por un instante, creyó que debería buscar mejor. Bajó corriendo al sótano pero tampoco vio que hubiera nadie. Entonces, ya estaba muy preocupado y se vio obligado a salir solo fuera. Tenía que cumplir 8 años en esa semana e iba a celebrar una fiesta con todos sus amigos y amigas del pueblo. Salió corriendo de su casa y pudo llamar al timbre de la casa del vecino, nadie le pudo abrir y ya era raro porque en esa casa siempre había alguien. Volvió a entrar en su casa y vio como una hidra le estaba esperando en el salón. Sintió tanto miedo que rompió a llorar de repente. La hidra se sentó corriendo. Era como si aquel niño controlara todos los movimientos de aquel monstruo. Sus padres llegaron corriendo a su casa al ver a su hijo sentado en la puerta y llorando. Cuando llegaron a la puerta se quedaron paralizados, al ver a la gigantesca hidra sentada en el suelo. Se quedaron asombrados viendo que aquel monstruo le hacia caso a su hijo. Al final todo salió como esperaban y nadie salió herido.
Por Alejandro L.
Por Alejandro L.
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